12/07/2009

Ergo Sum

La vida de mercenario parece más un cuento de hadas que una historia de guerra. Uno lee relatos de guerreros que pasan las noches entre licores y caricias de damas y creen que esta vida es lo mejor. Deja que te cuente algo.
La autentica vida de mercenario descansa en los sueños, como aquel en el que ves unas granjas al fondo...
para luego convertirse en pesadilla cuando es tu antorcha la que las arrasa.
En ese sueño con una niña perdida en el bosque...
convertida en pesadilla cuando es una más de las victimas de una caravana que tu asaltaste.
Eso es ser un mercenario, ser el arma que otros empuñen por su deseo, siempre que tengan con que pagar, si no tu conciencia, al menos sí tu sangre. Verte en la hoja del hacha, mellada en mil batallas, y que cada mella sea una herida sangrante por la que se te escapa el alma.
Un mago no necesita esas pesadillas, mata a gran distancia, sin rencores. Un paladín ni siquiera ve, cegado por la luz de su probidad y virtud. Un caballero de la Muerte tan solo tiene que caminar para extender la desolación. Nosotros no. Matamos cara a cara, vemos el alma del enemigo escapar de sus ojos mientras desclavamos las armas de su inerte cuerpo, conocemos los nombres y gestas de aquellos que nos retan, y las recordamos bien en nuestro cuerpo, con heridas, o en nuestra mente, con pesadillas. Es el precio que se ha de pagar por salir impune de un conflicto.
Somos toscos, rudos, y más directos que una patada en la entrepierna. No estamos hechos para ser consejeros de grandes reyes, pero estos no se atreven a desoírnos, temerosos de ver sus entrañas salpicando nuestra armadura. Ningún mercenario se atrevería a ceñir corona en vez de yelmo, pero por nuestra mano han caído imperios y se han alzado naciones. Somos simples, pero en esa simpleza está nuestro poder, pues nadie se atreve a alzar la mano contra nosotros.
No quieren ser la siguiente mella de la hoja.
Nuestra sangre es moneda de pago universal, dirime guerras y crea ríos y florestas en campos de batalla por doquier, desde las masacres en la Garganta Warsong hasta la Playa de los Ancestros. Es el precio que los señores pagan por su poder, que nosotros le otorgamos en premio a su conducta adecuada hacia nosotros.
Somos guerreros, no cortesanos. Somos el azote del mundo, y estamos encumbrados por ello muy por encima de los reyes. Somos la plaga de este mundo, y su medicina contra otras plagas aun peores.
Esta es la realidad del mercenario, y si aun no ves por qué llevo toda mi vida viviendo así, cuídate, pues puedes ser mi próxima pesadilla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Amigos y más